En 2009 Amanda Barnes -nacida en Hampshire, Inglaterra – eligió a Mendoza, Argentina, como su nuevo hogar, y desde entonces ha profundizado su conocimiento sobre los vinos sudamericanos, volcándolo en The South America Wine Guide, una obra fundamental para entender la diversidad vitivinícola de la región.
Su expertise como periodista la ha llevado a colaborar como redactora de vinos para publicaciones de prestigio como Decanter y Jancis Robinson, donde evalúa y describe con precisión y sensibilidad, la actualidad y el enorme potencial de los exponentes sudamericanos.
También como consultora y presentadora es reconocida internacionalmente, destacando en especial por su trabajo en torno a las uvas criollas, variedades históricas que defiende como esenciales para el futuro del vino en el Nuevo Mundo.
El 21 de febrero de 2025, Amanda alcanzó un nuevo hito al recibir oficialmente su título de Master of Wine, convirtiéndose en la única persona con esta distinción que reside en América del Sur. Este logro no solo refleja su compromiso profesional, sino también su dedicación a poner en valor las uvas y terroirs que definen el vino de nuestra tierra.
Desde 2009, Amanda Barnes ha forjado una sólida carrera en Sudamérica, explorando y promoviendo las raíces vitivinícolas del continente con rigor y pasión.
En noviembre, la británica se convertirá oficialmente en la primera mujer en obtener el prestigioso título de Master of Wine residiendo en esta región, un logro que simboliza su compromiso con la diversidad y autenticidad del vino sudamericano, transformándose en una voz clave para conectar la tradición, la innovación y el orgullo local con la escena vitivinícola mundial.

“Las mujeres estamos alcanzando terreno”
Ser Master of Wine es una hazaña en sí misma, pero también un hito muy relevante, considerando que aún son pocas las mujeres que lo han logrado. ¿Qué significa para ti ser parte de este grupo selecto y cómo viviste el camino (como mujer y como profesional) hacia este título?
Hay un dicho famoso que dice que más personas han ido al espacio que las que han aprobado el examen de Master of Wine — lo cual es cierto, y realmente pone en perspectiva lo riguroso que es este proceso.
Aun así, creo que las mujeres estamos alcanzando terreno: alrededor de un tercio de los 424 Masters of Wine en el mundo hoy son mujeres, lo que me parece bastante impresionante para un instituto fundado en 1955.
En lo personal, me siento aún más orgullosa de haber logrado este título mientras vivía en Sudamérica.
Creo que soy la primera en conseguirlo residiendo aquí, y eso me llena de un profundo sentido de propósito. Espero que sea un pequeño paso hacia una mayor representación de profesionales sudamericanos en el escenario vitivinícola global.
El examen de Master of Wine es reconocido por su nivel de exigencia técnica y emocional. ¿Cuál fue el mayor desafío que enfrentaste durante el proceso y qué aprendizajes personales te dejó?
Sin duda, el examen de cata fue increíblemente desafiante — especialmente estando basada en Mendoza, donde no tenemos acceso a vinos importados. Por eso los dos Masters of Wine nacidos en Sudamérica se mudaron a Londres para realizar sus estudios… ¡y yo hice todo lo contrario!
Una vez que tomé la decisión de hacerlo desde aquí, decidí adaptarme y comprometerme por completo. Aproximadamente el 90% de mis notas de cata las escribí sin haber probado nunca esos vinos — únicamente a partir del estudio teórico.
El mayor desafío emocional fue aprender a dejar de poner excusas por lo que era más difícil para mí o más fácil para otros. Tuve que aceptar mis circunstancias, enfrentar los desafíos y concentrarme en dar lo mejor de mí dentro de ese contexto. Esa ha sido una de las lecciones más importantes que me dejó el proceso.
Has desarrollado gran parte de tu carrera desde Sudamérica, una región llena de diversidad, pero que sigue buscando más visibilidad en el mapa global del vino. ¿Cómo crees que tu experiencia en estos territorios influyó en tu visión como comunicadora y ahora como MW?
Vivir aquí durante más de 15 años no solo ha moldeado mi perspectiva — ha moldeado quién soy. He pasado casi la mitad de mi vida en Sudamérica, y la mayor parte de mi vida adulta. Ha tenido un impacto profundo en la forma en que veo el mundo y en cómo me comunico.
Siento una gran responsabilidad de compartir la increíble diversidad, calidad y autenticidad que ofrecen las regiones vitivinícolas de Sudamérica. Al mismo tiempo, creo firmemente en ser una ciudadana del mundo, y la belleza del vino está en que cada conversación, cada región, es una oportunidad para crecer. Para mí, el arte de comunicar es tanto escuchar como escribir o hablar.
Una mirada global
¿Cómo percibes la evolución de los vinos chilenos en los últimos años? ¿Qué estilos, regiones o enfoques te parecen hoy más interesantes o prometedores? ¿Algunos hechos por mujeres que te hayas sorprendido en el último tiempo?
Estoy muy entusiasmada con el vino chileno, y lo estoy desde mis primeras visitas en 2009. La diversidad de sus terroirs y la belleza de sus paisajes son realmente sobrecogedoras. A veces desearía que los productores chilenos tuvieran más confianza en expresar su origen y su gusto personal, en lugar de adaptar los vinos a las expectativas del mercado.
Pero cuando se animan a dar ese salto de fe, los resultados pueden ser espectaculares. Y esos vinos espectaculares van desde los grandes enólogos del país que perfeccionan su oficio y comprenden cada vez más sus terroirs en regiones clave como Limarí, Maipo Alto y Apalta, hasta pequeños artesanos que elaboran vinos muy bien pensados en Itata y Biobío.
También me fascina el resurgimiento de regiones tradicionales como Maule para variedades bordelesas — de hecho, actualmente estoy escribiendo sobre eso para JancisRobinson.com. Además, me tienen cautivada los tintos más ligeros como Cinsault y País, así como los blancos con carácter y acidez marcada, como el Semillón y el Riesling.
Chile ofrece una gama realmente emocionante, y me encantaría que más personas pudieran verla y degustarla en el mercado internacional.
En cuanto a las mujeres, es muy alentador ver a más de ellas asumiendo roles protagónicos — no solo entre las pequeñas productoras, sino también en posiciones de liderazgo, como Emily Faulconer, Viviana Navarrete, Noelia Orts, Andrea Leon y Ana María Cumsille.
En tus viajes por el mundo del vino, ¿has notado diferencias importantes entre cómo se valora el rol de la mujer en la industria en distintas regiones? ¿Y cómo ves la evolución de ese rol en América Latina?
En casi todas las sociedades, las mujeres han enfrentado barreras intelectuales y profesionales durante siglos — y deshacer eso lleva tiempo. Algunos países han avanzado más rápido, como los nórdicos, pero otros todavía están en proceso de ponerse al día. Y creo que, lamentablemente, es un tema generacional.
En América Latina, pienso que aún hay demasiado machismo. Si eres una mujer soltera, a menudo se te ve como incompleta. Si eres madre, se te percibe como distraída. Los hombres no enfrentan ese mismo tipo de escrutinio — y ese sesgo, presente tanto en hombres como en mujeres, tiene que cambiar.
Dicho esto, veo que las nuevas generaciones son mucho más abiertas y fluidas en su forma de pensar, lo que me da verdadera esperanza de un futuro más igualitario.

Contar las historias detrás del vino
Ahora que eres MW, ¿cómo cambia o se amplifica esa voz? ¿Cuál será tu sello en esta nueva etapa?
Naturalmente, he cambiado y crecido a lo largo del proceso de convertirme en Master of Wine — como le pasaría a cualquiera. Pero no creo que mi voz haya cambiado demasiado.
Mi objetivo, o sello personal, sigue siendo el mismo: compartir historias honestas y humanas del mundo del vino, especialmente de Sudamérica.
Dicho esto, estamos entrando en una era radicalmente nueva. Creo que la inteligencia artificial transformará el periodismo y la comunicación de formas que aún no alcanzamos a comprender del todo.
Todos —yo incluida— tendremos que evolucionar en los próximos cinco años para seguir siendo relevantes y tener un propósito claro en este nuevo panorama generado por la IA.
¿Qué sugerencias o consejos le darías hoy a una mujer joven profesional del vino —ya sea periodista, enóloga o sommelier— que sueña con convertirse algún día en Master of Wine?
¡Adelante, y no dudes en llamarme! Me encantaría apoyar a más mujeres en América Latina que estén persiguiendo una formación vitivinícola con proyección internacional. Creo firmemente que aprender sobre el mundo es la mejor educación que uno puede tener.
El camino hacia el título de Master of Wine es largo, pero el objetivo no es solo aprobar los exámenes, sino convertirse en la profesional que puede hacerlo. No es una carrera, es un viaje. Cuanto más disfrutes cada etapa del aprendizaje, más gratificante será el título cuando finalmente lo consigas.
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Revisa la nota anterior “Hacer vino en Chile es fácil, venderlo es otra historia”